18 de abril de 2010

Quevedo




En los años de la posguerra en Monteagudo de las Vicarias, creo que como en todos los sitios se comía todos en una media fuente y alrededor de la mesa toda la familia que por cierto eran numerosas. en esta familia si eran 7 hijos y los padres 9 para economizar hacían 5 huevos fritos, y todos a mojar el pan con buen apetito, eran todos mozos, de repente se fue la luz y uno de los hijos puso las manos para guardarlos pero encontró las manos de todos a llevarse el huevo y cuando vino la luz allí no había nada. después lo contaban para reírsen pero fue así. Me vienen a la memoria algunas curiosidades de Quevedo.
:Quevedo y dos amigos se fueron de excursión y llegaron a una posada, pero ya era muy tarde y la posadera les dijo que solo le quedaba un huevo.–¿Qué vamos a hacer con un huevo para los tres? Y Quevedo, que era muy ocurrente, dijo que el que soñara la cosa mas rara, se comería el huevo pa desayunar. Conque se levantan por la mañana y le dice Quevedo a uno: – Tú ¿qué has soñado? – Que corría por los tejados.Y le dice al otro "– Tú, ¿qué has soñado?".– Yo, que volaba montado en un dragón. Y tu, Quevedo, ¿qué has soñado?– Pues yo he soñado que estabais los dos muy lejos y que no ibais a volver, así que me levanté y me comí el huevo.
La segunda esposa de Felipe IV,: Mariana de Austria, sufría una cojera que hacía sus andares algo risibles. Conociendo la audacia de don Francisco, que a menudo tornaba en temeridad y por cuya causa cayó en desgracia poco después, le retaron a ser capaz de echar en cara a la reina su cojera delante de todo el mundo. La apuesta debió de ser de una suma considerable, pues el riesgo que tomó Quevedo era muy grande; se trataba de ofender nada más y nada menos que a la reina. Sin embargo, Quevedo tiró de sutileza e ingenio, de las cuales poseía como pocos. Un día se presentó a una recepción en Palacio con dos flores; una rosa portaba en la diestra y un clavel en la siniestra. Ofreciéndoselos a la Reina, y con toda la Corte como testigos, le dijo:“Entre el clavel blanco y la rosa roja,Su Majestad escoja”.La sutileza pareció ser sólo percibida por sus amigos, que no tuvieron más que pagar la apuesta, claro. Por cierto, a este juego de palabras con intención burlesca se le llama “calambur”.
Otra de sus ocurrencias más famosas también tuvo como interlocutor a un miembro de la familia real, en este caso al rey Felipe IV. El monarca le pidió a Quevedo que improvisara unos versos, pues en tal suerte tenía el poeta ganada fama de ser el mejor. Don Francisco le indicó: “Dadme pie, señor”. El rey, graciosillo él, alargó la pierna ofreciéndole su pie, que quedó frente a Quevedo. Éste le espetó acto seguido:“Paréceme, señor,Que en esta postura,Yo parezco el herrador,Y vos la cabalgadura”.
Por último, un nuevo ejemplo de su genialidad y dominio de nuestro idioma. Se le pidió que improvisase una cuarteta en la que apareciese la palabra lápiz, una de las pocas palabras en castellano que no tiene rima consonante. Cuál sería la sorpresa de los malévolos incitadores a tal rima cuando Quevedo les dio a conocer su composición:“ Al escribir con mi lápiz He sufrido un desliz,Resulta que he escrito tápiz En vez de escribir tapiz”

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